miércoles, 22 de septiembre de 2010

Bocetos Corporales - Borradores

Se vestía como lo que era, En su estilo más oscuro, la máxima expresión de la inocencia perdida y a la vez tan deliciosamente deseable.


La conocí en uno de esas sectas literarias, y la realidad es que salvando mi pinta de desquiciado novelista no pude entender porque se acerco.


La discreción de una charla trascendental, en un grupo tan jodidamente aburrido que no podía contener mis bostezos. Alguna novelita política en la mano que me cuesta recordar su nombre, típica novela argentina con ese hermoso sentimiento de "NO OLVIDEMOS QUE SOMOS REPRIMIDOS". Casi grabado en la cabeza de todos los argentinos y me atrevo a decir sudamericanos.


Obviamente era el centro de todas las maldades, miradas y comentarios, tachado de facho, derechista y cualquier otro tipo de adjetivo similar. Me divertía. Esos "zurditos" con sus teléfonos de ultima generación, hablando de socialismo y anarquía. la verdad me producían esa extraña sensación de idiotez acumulada. Políticamente hablando mi alineación era un NI constante, básicamente, y llevado a un regla de vida yo llevaba tatuado en la frente él, no me importa que hagan si bien no me jodan demasiado. Consiente que, en realidad, mi humilde humanidad poco serbia para los cambios sociales que este grupo literario de café americano pretendía exponer.


Esa tarde en cuestión, el tema rondaba en lo mismo, un Fidel desarrapado y viejo había dado su discurso y había desatado un amarillismo terrible alrededor del. En su momento Pino solanas Contaba con mis más sinceros respetos. Su arte y su obra me gustaba, me interesaban, y su enfoque practico, a veces claro demasiado inclinado a correrías comunes. Este era uno de sus casos y había en este loco grupo de psicoanálisis barato, desatado un sin fin de cruces, claro la mayoría con este seguro servidor, que, como se ha dicho se mostraba más atento a abrir una brecha literaria de los temas trilladamente políticos.


Aburrido me puse a mirar mi correo en mi teléfono. Hastiado en realidad, y me hubiera ido de aquella reunión rara si no fuera porque sabía, que controversia o no, esos niñitos postergados del capitalismo comprarían mas adelante mi libro y me harían fama con sus críticas destructivas, aparte, claro está de la inmensa cantidad de feministas que, a boca de jarro defendían sus derechos y luchaban con el machismo y después dejaban entrever las naturalezas mundanas en mi departamento.


Todo claro tenía un porqué. Alguna vez una amiga mía me había dicho "No das puntada sin hilo" lo cual era extremadamente cierto. Después de todo, para eso vivimos verdad?.


Pero aquella mujer oscura, en el rincón de esa habitación que apestaba a moho, faso e ideas de inodoro. Había llamado mi atención desde el primer momento que la había visto.


Vestía de negro, toda de negro, quizás algún detalle plateado en su campera de cuero y la estrella de pirsin que rodeaba su oreja y su nariz aguileña y refinada. Unas medias de red, destruidas y negras envolvían unas piernas largas y sensuales, que ahora cruzadas, dejaban ver el nacimiento de sus glúteos. Su pelo negro estaba suelto y mostraba a contra luz el detalle de un violeta apagado en los mechones de su frente. Tenía la mirada baja, ojeando un viejo libro de Benedetti que algún nerd social había dejado olvidado seguramente de las charlas pasadas. De vez en cuando sorbía una taza de lo que a mí me parecía café y allí podía vislumbrar unos ojos profundamente negros, tan oscuros que incendiaban mi alma de una luz particular. En sus manos, delgadas se podían ver los atisbos de unos tatuajes que más tarde me daría cuenta que adornaba el dorso de su mano y antebrazos.


La observe desde el principio, en cada discusión, en cada charla, desde que había comenzando. Había estudiado sus preferencias ante un tema, pero nada pareció inmutarla en todo el coloquio. No se sobresaltaba, no asentía ni negaba. Ocasionalmente miraba alrededor, como dando conciencia a su cerebro del lugar en donde estaba y se hundía de nuevo en la lectura, incólume si el resto estallaba en quejidos ante alguna frase "capitalista" armada por mí.


Todo parecía raro para mí en esos instantes. Porque no fue hasta que me levante del sillón donde me había arrojado plácidamente, que aquella extraña criatura, mostro algún signo de vida.


- Señores.- Dije haciendo una pequeña reverencia hacia los caballeros que seguramente tenían ganas de ver mi masa encefálica salpicada en la pared .- Señoritas.- me agache aun mas pero procurando mirar a los ojos a la coordinadora de aquel grupo que hacia un tiempo compartía las eventuales noches de soledad.- Este caballero capitalista se va su mundo infernal a seguir consumiendo si no les molesta.


Entre los "anda a cagar", "puto", "chau loco" y demás saludos banales, me prendí un cigarrillo con una mueca burlona. Levante la mano salude a todos y me perdí en el pasillo de aquella vieja casona.


No había dos pasos cuando esa mujer abrió la puerta detrás mío y paso a paso ligero pero decidido por al lado. Pensé en seguirla pero en ese momento sentí que una mano me tomaba el hombro.


- Te vas sin saludar cómos es debe lo sabías no?.- Dijo un voz más profunda y tremendamente cargada de las intenciones que bien sabia.


Me di vuelta con una sonrisa. Anita, la coordinadora se paraba frente mío como la sensual profesora de literatura que era. Alta, de tez morena, más bien un café con leche, su pelo corto como distintivo de su feminismo ultra mentiroso, todo ella era una gran mentira y quizás una gran tesis para contrarrestar muchas charlas y peleas que se habían dado momentos antes en aquella habitación. Aun así, ella lo sabía y por eso siempre me sonreía lacónicamente, tratando de hacerme entender con métodos que decían justamente lo contario del porque de sus puntos de vista.


Técnicamente yo era lo que toda mujer belicosa odiaba. El exponente de un machista misógino (aunque no soy tal vale aclarar al público en general) que usaba a las mujeres como vinculo perfecto entre la prosa y la carne. Aunque mis charlas con aquella diosa literaria eran intrigantes, desafiantes y más de una vez había provocado la ira de esos ojos verdes, el hecho que siempre fuera después del sexo, provocaba dentro de todo unos paradigmas morales. Después de todo, como atacar a un polígamo empedernido cuanto te encuentras desnuda sobre su pecho?.


- Esperarías esas cosas de mi?.- Dije poniendo una mano en mi pecho, cara culpable a medias con alguna mueca perdida de burlona latencia.


- y ... Digamos que no te destacas por lo cortés y los modales.


- Cierto pero aun conservo un poco de caballerosidad metida en alguno de estos bolsillos.- Dije palpando los bolsillos de mi saco negro.


- Esa cosa vieja que no te sacas ni para dormir? Dudo.- Se acerco y me beso suavemente en los labios.


- Mentirosa.- Balbucee entre sus labios.- Sabes que el pobre a estado muchas veces en el piso descuidado.


- Demasiadas. Muchas más de las que yo pude ver.- Puso sus palmas en mi pecho y se alejo unos pasos. sonrió suavemente, dejando ver unas ínfimas arrugas en la comisura de sus labios.- Nos vemos mañana entonces?.


No dije nada tan solo dirigí una mirada una leve sonrisa y me di vuelta. Lo bueno era que no necesitaba muchas palabras con aquella mujer, después de todo, los martes a la noches era el único día que podía fingir una clase de posgrado en la capital y justificar a su esposo las llegadas tardes y quizás el alcohol en su aliento, argumentando que había salido a cenar con algunas de sus compañeras como usualmente hacia. Claro que entre un posgrado sobre literatura Española y Sudamericana y un Merlot decantando en su copa leyendo Tolstoi desnuda sobre el sillón de mi casa, mientras yo recorría el camino de sus largas piernas, era una pequeña diferencia de interpretación de la cultura general.

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