sábado, 11 de septiembre de 2010

Dejando el alma

Y acabo de dejar mi alma colgada en las puntas de unas lanzas, que sin piedad desgarran su esencia. Allí esta también el corazón desangrado, seco, agotado de los caminos de una vida, pues desvivo y aun sangre negra tinta. Y muero, y desfallezco en tantos rincones oscuros. Y aun el destino se despide, se evade como una tortuosa serpiente de desvelos incalculables.


Porque mis palabras hablan la verdad, en este cuerpo marchitado de insomnio. En habitaciones que el sol teme entrar, dejando la melancolía desgarrada en un rincón. Donde esta esencia mía se debate en cuerpos desconocidos, en almas desvanecidas, en mentes tristes. Es esta pelea que refuerzan heridas, que recuerdan lo sutil de tus ojos, la memoria de un instante tan fugaz que se cuentan los latidos de tu corazón en pequeños instantes de pura gracia.


Pero allí deje mi esencia, mi alma desganada, esclava de fronteras sin destino, de lejanos pasos. Allí quedo mi cuerpo, gastado de esfuerzo, del trabajo que es amarte y aun no poder tenerte. Porque los limites de esta locura se miden con la vara de lo extraño, de las distancias, de las peculiares fronteras que separan este destino. Y aun veo convertirte en cenizas a lo lejos como sueño que nunca fue y aun me aferro. Como suspiro que se pierde en el viento y aun llega a tus oídos.


Pero elegimos muerte. Elegimos el suplicio de estos cuerpos desvanecidos, de estas esencias que tratamos de enseñar, de estas personas que no pueden amar, donde tapamos con conveniencia la propia soledad. Y así caminamos distantes, conscientes y aun juntos, en los rincones profundos de nuestro corazón, anhelantes envejecidos. Yo lo sé, lo leo en tus ojos, sabes que esta esencia se esparce en nuestras venas desecas, en nuestro rostro bañado en lagrimas, en el escozor de amores que no encajan y dejan vacio y dolor.


Y aun así, aquí estoy, dejando mi alma torturada, para que en un momento la vengas a buscar.

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